Además de contra el fuego y catástrofes de todo tipo, los bomberos de Bilbao se enfrentan desde hace algo más de dos años con un insecto que da miedo por su aspecto y su nombre. Científicamente fue bautizado como Vespa velutina, pero popularmente se le conoce como avispa asesina. El terrible adjetivo se debe a que ataca y devora a todos los miembros de su especie que se crucen en el vuelo, sobre todo a las abejas. De los humanos pasa olímpicamente, siempre y cuando no le incordien. El martes por la noche, los bomberos del Ayuntamiento de la capital vizcaina, con la ayuda de un especialista en poda de árboles, tuvieron que desmantelar un nido de estas avispas en Txurdinaga. Costó más de lo habitual porque se encontraba en la copa de un árbol de difícil acceso. Pero no fue el único que quitaron del paisaje urbano. A continuación hicieron lo mismo en una vivienda situada en Kastrexana. Y eso es lo habitual, tal y como confirmó a DEIA uno de los bomberos que participó en el operativo: “Normalmente estamos realizando dos o tres salidas al día para quitar este tipo de nidos”.
Los datos confirman que la presencia de la avispa asiática en Bilbao ha aumentado espectacularmente este año. En 2014, los bomberos realizaron 155 salidas por avispas y abejas, y en 2015 ya llevan 240 salidas, la mayoría (145) por culpa de la avispa asiática. Entre los bomberos existe preocupación por la cantidad de nidos que se están detectando. “Esto es un plaga, cada vez hay más”, decía Carlos Sánchez, jefe de guardia de los bomberos de Bilbao.
La cita del martes era a las 22.00 horas en la calle Gabriel Aresti de Txurdinaga, entre los números 36 y 38. Allí, en un jardín entre dos grandes bloques de viviendas, los vecinos detectaron hace dos meses un avispero. “Se recibieron varias denuncias y vinimos a ver”, recordaba el portavoz de los bomberos. Según comentó, acudieron al lugar un par de ocasiones con la intención de desmantelar el nido, pero vieron que había demasiadas dificultades. “Era muy complicado por diferentes motivos”, señalaba Carlos Sánchez,. “Primero, porque no podíamos acercar una escala hasta el lugar, y segundo, porque el nido estaba en un lugar de difícil acceso, rodeado de muchas ramas. Así que decidimos contar con la ayuda de un especialista”. Ese hombre es José Ramón Liñero, que se dedica profesionalmente a realizar “trabajos de poda con trepa y jardinería”, en una empresa de las Encartaciones. Treinta minutos antes de la hora acordada, José Ramón ya se encontraba cerca del lugar preparando el material necesario para subirse al sauce llorón, el árbol que albergaba el nido. Se enfundó su traje anticorte que utiliza en sus trepadas, y con la ayuda de los bomberos se puso posteriormente el mono blanco propio de los apicultores.
Curiosos
Tras colocarse el arnés y recibir las últimas instrucciones de los bomberos, José Ramón se dispuso a escalar el árbol pasadas las 22.15 horas. A esa hora, apenas unos pocos vecinos se asomaban a las ventanas para ver qué ocurría, alertados por el ruido que hacía el grupo electrógeno del camión de bomberos que proporcionaba un potente haz de luz sobre el árbol. Pero algo iba mal. El experto en trepar árboles no se hallaba a gusto. “Tras un primer intento he decidido bajar”, contaba a DEIA después de finalizar con éxito la operación, “porque llevaba demasiada ropa y el traje de apicultor que tenía puesto no me dejaba respirar y se me empañaba”. Eso hizo que se confundiera de rama y, por tanto, de trayectoria, en busca de su objetivo: el avispero. “El problema es que no veía nada, no había luz y así es muy difícil localizar el nido”, comentaba. Por todo ello, se descolgó. De nuevo en la base del árbol, José Ramón se aligeró de ropa y repuso fuerzas bebiendo abundante líquido. Una vez cambiado y relajado, inició la segunda y definitiva trepada. “Al ir más ligero he ido mucho mejor, he podido cortar más ramas y he encontrado antes el nido”, decía. En ese instante llegaba el momento más delicado de la operación. “El peligro está en bajar el nido del árbol porque puede caerse al suelo o romperse al rozar con alguna rama y entonces sí que se monta una buena”, afirmaba Benito Beobide, uno de los bomberos que participó en la captura del avispero. De evitarlo se encargó José Ramón. “Una vez que he localizado el nido, me he acercado a medio metro de él y he atado bien la rama antes de cortarla para bajarla controladamente con la polea, que es lo que se llama apeo”, resumía el experto en la poda con trepa. En tierra firme se encontraba Benito y otro bombero para hacerse cargo del nido. “”Hemos utilizado un poco de humo para tranquilizarlas más”, comentaba el bombero, “para acabar de cortar la rama a la que estaba adherido el nido y meterlo en una bolsa de plástico”. El siguiente paso era el más sencillo: trasladar la bolsa hasta las instalaciones del parque de bomberos para darle fuego. “Ahora lo llevamos al crematorio”, decía sonriente Carlos Sánchez, el jefe de guardia de los bomberos. Un crematorio que no es más que un recipiente cilíndrico donde quemar cosas.
Tres horas después de haber iniciado los preparativos finalizaba con éxito la operación. “Nos ha costado bastante, más de lo normal”, señaló Carlos, “porque tenía una acceso muy difícil. El nido estaba a unos treinta metros de altura y había un entramado de ramas”.
“Lo normal en el desmantelamiento de este tipo de avisperos”, aclaraba Benito, “es que nos acercamos con una escala hasta el nido, le inyectamos veneno, damos un margen de unos quince minutos y luego lo retiramos”. Y lo hacen siempre de noche porque, según explica, “es cuando están todas”. “De día, el 30% o 40% de las avispas están fuera trabajando, con lo cual si nos lo llevamos, al de quince días nos vuelven a llamar los vecinos porque se ha vuelto a crear un nuevo nido”. El mayor inconveniente de quitar los nidos de noche “es que no se ve bien”. Pero existe una ventaja, según destaca Benito. “Son más mansas y apenas se mueven del nido”, dice. Eso les proporciona tranquilidad y seguridad para llevarse los nidos al crematorio.
Aprovechando que la noche era luminosa gracias a la luna casi llena del martes, el equipo de bomberos siguió con su trabajo de retirada de nidos de avispas en la capital vizcaina. “Ahora vamos a una vivienda que hay entre Basurto y Kastrexana para llevarnos un nido que hay encima de una ventana”, señalaba Carlos. En la hoja de ruta de esa noche también figuraba “un nido en un manzano de Buia, pero es probable que lo dejemos para otro día”. El problema es que estas salidas se han convertido en diarias. “Y esto no tiene pinta de parar”, comentaba Benito, “aunque los expertos dicen que se estabiliza”. La realidad es que las salidas de los bomberos para acabar con las avispas asesinas se ha disparado en los dos últimos años. “Y vamos a más”, afirmaban los bomberos bilbainos.